Por Boris Aguilar B.
La mujer perfecta es aquella que sabe que jamás dependerá de un hombre para ser feliz, es quien desde temprana edad ha cultivado su carácter y personalidad, y quien siempre ha buscado su total independencia. Una mujer perfecta, a pesar de sus imperfecciones externas, es perfecta en su interior. La mujer perfecta es quien irradia seguridad dondequiera que va y jamás se deja intimidar por otra persona. Sabe cuál es su verdadero valor y siempre exige ser tratada acorde a esa medida. La mujer perfecta es quien sabe lo que quiere en la vida y no le importa ir a contra tendencia para lograr aquello que desea. La mujer perfecta es soñadora, sueña día y noche con un futuro grandioso que puede o no incluir a un hombre como pareja, pues para ella, un hombre es un complemento, mas no así el centro de sus sueños. La mujer perfecta es dueña de sus sentimientos. La mujer perfecta aspira siempre a ser mejor y no deja que sus limitaciones la condicionen.
La mujer perfecta no es un ideal
machista, tampoco un grito de guerra feminista, la mujer perfecta es una
realidad, existe y se encuentra en todas partes. Está en la oficina lidiando
con el cerdo de su jefe, está en casa preparando la cena para sus pequeños,
está en el gimnasio levantando pesas junto a los hombres, está en las
corporaciones dirigiendo las compañías, está en los gobiernos exigiendo mayor
participación femenina, está en las calles dirigiendo el tránsito, está en los
hospitales asistiendo a los enfermos, está en las escuelas enseñando a leer, está
en las plazuelas pintando retratos y paisajes, está en el banco de sangre
donando, está en la presentación de algún libro u obra de teatro, está
postulando a presidenta, está negociando un tratado de libre comercio, está
vendiendo productos en las calles, está transportando mercancías entre países,
está ayudando en labores humanitarias, está rescatando animales, está criando a
sus hijos, está luchando contra la pobreza y marginación, está aquí, está allá,
está en todo lugar.
La mujer perfecta no deja de
serlo por haber sido despedida de su empleo o por haber sido abandonada por
algún cretino. La mujer perfecta no deja de serlo por estar deprimida y llorar
encerrada en su habitación con el rímel corrido sobre sus mejillas, tampoco deja
de serlo por sentirse perdida sin saber a dónde ir, porque en el fondo siempre
lo supo y solo es cuestión de tiempo para que se dé cuenta. La mujer perfecta
no deja de serlo por tener dificultades para surgir en una sociedad machista
que discrimina, en una sociedad machista que acosa, en una sociedad machista
que ultraja, porque la mujer perfecta es una guerrera y jamás dejaría que todo
eso la acalle, al contrario, la llena de más fuerza para luchar con más brío.
Es la mujer perfecta la que traza su camino, es dueña de su destino y es libre
aun viviendo esclavizada, porque un cuerpo recluido no siempre es una mente
privada.
No importa si posee una carrera
universitaria o si es ama de casa, pues el solo hecho de ser mujer la hace
perfecta, todo lo demás es un complemento. La verdadera razón por la que una
mujer es perfecta es por el admirable hecho de estar diseñada para crear vida,
albergándola en su vientre nueve meses y en su corazón por toda la eternidad.
Es por eso que la mujer perfecta es abuela, es tía, es sobrina, es nieta. La verdadera mujer es perfecta porque
puede ser hija y madre al mismo tiempo.
La mujer es perfecta por el simple
hecho de ser mujer.
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