lunes, 12 de junio de 2017

RENACER

Por Boris Aguilar B.


Dando vueltas en mi cama, no pude dormir esa noche que nos vimos en aquel bar, cada uno pretendiendo no conocer al otro, evitando estar demasiado cerca, riendo por fuera, pero sintiendo la presencia del otro de forma muy latente y real, de manera muy intensa. Cómo fue que pasamos de esas noches encendidas en mil llamas que incendiaban, a las gélidas noches de invierno donde somos tan solo dos personas que se reconocen y que comparten un pasado en común, uno donde ninguno creía en la posibilidad de estar sin el otro. Ahora somos dos desconocidos que un día se amaron como pocas veces llega uno a amar y como pocas veces uno se entrega en la vida. Ahora solo somos dos individuos que cruzan miradas indiferentes y que comparten mil y un secretos confidentes que solo tú y yo sabemos.

Podrás pretender que ni siquiera nos conocemos, pero pocas veces alguien te ha llegado a conocer como yo te he conocido. No solo cada milímetro de tu cuerpo, sino cada rincón de tu agitada mente y arremolinado corazón, así como tú eres, torbellino de emociones que encontraba su calma cuando nos fundíamos en un beso. Como si no supiéramos del otro aquello que quizás ni siquiera nosotros mismos conocemos, porque hay cosas que simplemente no se pueden ver con los propios ojos. Te he visto aquella noche y no solo te he recordado, por un momento también te he sentido y he vuelto a rememorar lo que se siente extrañarte, aun estando tan cerca, aun estando junto a mí.

Que la vida te entregue las alegrías que quizás yo no te di, o que quizás simplemente no fueron suficientes. Que tus días sean torbellino de felicidad, así, caóticamente emocionantes, como solo tú eres. Y que tus noches sean de sueños y de perdón, de olvido y sanación, porque sé que aún guardas dentro de ti, pedazos de rencor a los que te aferras para poder olvidar más rápido. Que a tus primaveras no les falten nunca flores. Que a tus veranos no le falten nunca vino. Que a tus inviernos no le falten nunca café, y a tus otoños de tristezas, mis recuerdos, para que te ayuden a florecer de nuevo y no olvides que a veces decimos adiós, para poder renacer de nuevo…


jueves, 8 de junio de 2017

INSOMNIO

Por Boris Aguilar Bustamante

«Ábreme, estoy abajo. Sal pronto que me congelo». Con tus tacos en la mano en la madrugada del domingo me sonreías cuando te abría la puerta. Podrían desearte muchos hombres, pero siempre era conmigo con quien terminabas tu sábado por la noche, en aquel tiempo cuando aún nuestros cuerpos se buscaban y se rehusaban a dejarse. Fingía que dormía al contestar tu llamada, pero en realidad te esperaba despierto porque sabía que vendrías. Lo presentía. Lo deseaba.
Finalmente, en algún tiempo, mi teléfono dejó de sonar. Cuando dejamos de vernos comenzó mi insomnio, porque aún cuando sabía que ya no te volvería a ver, mi mente y mi corazón se rehusaban a dejar de aguardarte, y sigo aquí esperando despierto a que suene mi teléfono: «Ábreme, te he extrañado».


TATUAJES

Echada boca abajo, tendida sobre la cama con las sábanas apenas cubriéndote el cuerpo. Un moño sosteniendo tu cabello. Y tu torso desnudo, blanco como la arena de una playa virgen. Un oasis, un Edén, era tu cuerpo mi paraíso y era donde deseaba pasar la vida entera. Volteabas el rostro para mirarme mientras me vestía, y me esbozabas una tenue sonrisa a la que no me podía resistir. Aún a medio vestirme, me ponía sobre ti para besar tu terso y frágil cuello. Podía escuchar cada latido de tu corazón sincronizado con el mío. Besaba tus hombros desnudos que se estremecían cuando mis labios te acariciaban, y lentamente bajaba hacia tu templada espalda. Sentía cómo se te erizaba la piel con tan solo tocarte, y un ligero gemido cuando besaba tu suave espalda baja. Recorrer tu cuerpo de ángel era el placer más grande que alguna vez podía sentir. Girabas de inmediato y enlazabas mi cuerpo con tus bellas piernas y tomándome del rostro besabas mis labios ígneos y el tiempo se detenía. No podía parar, no deseaba parar, quería pertenecerte por siempre y que jamás dejara de tenerte. Fuiste mi eternidad, aun cuando lo nuestro fue tan efímero. Ahora llevas contigo mis besos tatuados en tu piel, esos besos que nadie podrá jamás borrar. Solo tú y yo sabemos cuánto, cuánto te amé, cuánto me amaste.

No me olvides…



Boris Aguilar Bustamante