martes, 22 de marzo de 2016

REGÁLAME UNA NOCHE

Por Boris Aguilar B.


Regálame una noche, para que pueda sentir tu perfume cuando bese tu cuello y sentir tu fragancia impregnada en mi piel cuando ya te hayas ido.

Regálame una noche, para que pueda quitarte los miedos y al fin desnudarte hasta el alma, y sepas que a mi lado no te faltará nada.

Regálame una noche, para borrar el dolor de tu pecho, para besar todas tus cicatrices, y curar con el bálsamo de mis labios tu corazón estremecido.

Regálame una noche, para que pueda dibujar en mi mente el lienzo de tu cuerpo desnudo y pintarte en mis recuerdos cuando ya no estés conmigo.

Regálame una noche, para incendiar los muros del cielo y derretirlo todo, incluso el mismo tiempo. Regálame una noche, para que mi alma te abrace en silencio y se funda contigo. 

Regálame una noche, para que sea una noche eterna y permanezcas por siempre conmigo, apoyada en mi regazo, acariciando mi espíritu libre.

Regálame una noche, regálame tu boca, regálame tu cuello, regálame tus manos, regálame tus labios con todas tus sonrisas, regálame tus brazos con todos tus abrazos, regálame tus ojos con tu mirada de ángel, regálame tus manos con todas tus caricias, regálame tu ser con toda tu alegría y a cambio, oh querida, te regalaré mi vida.


Para esa ángel que descendió del cielo, cambió mi vida, y se alzó en vuelo...

viernes, 5 de febrero de 2016

CÁPSULA DEL TIEMPO

Por Boris Aguilar Bustamante


Por cosas de la vida, de esas que no sabemos explicar, me vi un día en una especie de cápsula del tiempo que se remonta a un pasado: sin televisión, sin cable, sin computadora y en completa soledad; bueno, no tanto, al menos me acompañaban siempre fieles, Lulú y Moshi, poodle la primera y una especie de pastor la segunda. Ambas muy hermosas.

Una casa inmensa y silenciosa con esos tres únicos habitantes no es de lo más emocionante que se diga, y aunque muchos quisieran estar en mi lugar, es a ratos desesperante. La soledad es implacable con uno, más aún cuando tu mayor temor es estar solo. Le he temido a la soledad por muchos años y siempre hallaba la manera de no estar solo, ya sea porque vivía con mis hermanos o papá, o ya sea porque me refugiaba en alguna novia. Lo sé, estuvo mal. Al fin la soledad me alcanzó y me envolvió en un abrazo casi funesto que me dejó sin aire, aire que todavía me cuesta inhalar.


Entonces, en mi cápsula del tiempo, viví y vivo aún, solo provisto de dos cosas que pueden distraer mi mente: una vieja radio de mamá y mis libros. Así que moví algunos sillones, instalé una lámpara que le pertenecía a mi hermano, preparé café, encendí la radio, busqué mis viejos discos de sinfonía clásica y comencé a leer. Cuando dejaba de leer, recordaba lo solo que estaba, extrañaba a mamá y a mis hermanos, así como a ese amor fallido que incluso osa en aparecer entre líneas de mis libros y a quien todavía quiero.

A veces me quedaba dormido y la radio ya no sonaba. Despertaba y me iba a mi habitación victorioso por haber superado un día más. Lulú, mi eterna compañera se quedaba siempre conmigo, incluso desde aquellos tiempos en que iba a pasar clases a la universidad y me tocaba estudiar hasta tarde; siempre fiel acurrucada a mis pies. Moshi, que es todavía niña, tiene otras ocupaciones, como echarse atenta y paciente en cierta parte del patio desde donde espera a un gato negro que osa posarse en el pretil de la pared. Cuando llega, Moshi sale disparada como cohete a su encuentro con ladridos de furia que estoy seguro son insultos caninos en el idioma de perro.


Sentado en el sillón, al leer a los grandes autores, logro al fin trasladarme a otras realidades olvidándome de la mía. A esos parajes donde existe más vida que en esta vida. Hacia aquellas fantasías donde conceptos como equidad, justicia y amor sí existen y no son utopías. Y a pesar de lo hermoso de los relatos, la realidad de quienes escriben, no es tan distinta de la mía. Hemingway, por ejemplo, Nobel de Literatura, hombre aventurero, que a pesar del éxito que le rodeaba, murió sintiéndose solo, refugiado en el alcohol y terminó sus días colocándose una bala en el cráneo, tal y como lo había hecho su padre treinta y tres años antes. Era 1961. Triste, sin duda.

Virginia Woolf, escritora inglesa, salió una tarde de 1941 con un abrigo cargado de piedras y tomó la trágica decisión de lanzarse al río Ouse, en Inglaterra. Su cuerpo fue hallado 21 días después.

Además de Hemingway, otros como Charles Bukowski y Edgar Allan Poe eran alcohólicos y se cree que este último, quien fue encontrado delirando en una calle de Baltimore antes de fallecer, había muerto por abuso de alcohol, aunque la causa real es hasta hoy un misterio. Pero de alguna manera, estos y otros grandes, no solo escritores, sino artistas, murieron presas de sus propios infiernos rodeados de narcóticos y alcohol, pero sobre todo, mucha, pero mucha soledad.

Largos son los días y más largas son las noches en la cápsula del tiempo. No olvidaré jamás este periodo porque sé que es la antesala hacia días mejores. Es la etapa de la vida, que a todos nos llega, en que con dureza nos prepara para el porvenir. Es la fase donde tenemos que aprender lo que es el dolor para aprender a sentir felicidad; porque no hay forma de valorar la paz sin haber vivido la guerra; no hay forma de valorar el amor, sin haber sentido la indiferencia; no hay forma de valorar la luz, sin haber vivido en tinieblas.

Mejores días llegarán y para cuando lleguen, habré estado listo, si acaso la muerte no me alcanza primero, como ya antes la soledad hizo.


viernes, 15 de enero de 2016

MUDÉMONOS JUNTOS

Por Boris Aguilar Bustamante

Mudémonos juntos. Deshagámonos de nuestros miedos, de los prejuicios, y del temor del qué dirán.

Tal vez a un principio no sea fácil. Tendré que pedir horas extra en el trabajo y quizás debamos privarnos de algunas cosas a un inicio para tratar de ahorrar un poco más. Buscaremos un apartamento barato, quizás no tan céntrico. Venderé el viejo auto que me dejó papá para comprar nuestros primeros muebles y probablemente por algún tiempo no pueda llevarte a cenar a lugares caros.

¿Pero sabes?, nada de eso me importa, porque ya sea un departamento viejo y ófrico, o una casa maltrecha en las afueras, contigo sería un hogar y eso es todo lo que deseo. Y aunque el piso rechine o el techo se caiga, tendremos a las estrellas como manto y mis brazos te darán calor, porque existo para protegerte y amarte cada instante.

Cocinaré para ti todos los días. Y con cada bocado que te lleves a la boca, te llevarás también un pedazo de mi amor, porque cocinar para ti sería un honor. Mi obligación es alimentar tu cuerpo, pero también tu alma. Eres mi complemento, contigo nada me falta.

Y así, un día seremos bendecidos y en tu vientre sagrado brillará una tenue luz de esperanza, fruto de nuestro amor. Florecerá lentamente y seremos muy dichosos. Eres tú mi primavera porque sé que un día retoñará en ti nuestra más bella creación.

No tengo mucho que ofrecerte, solo mi vida por completo...