miércoles, 11 de marzo de 2015

LA CONEXIÓN

Por Boris Aguilar

Cuando dos cuerpos desnudos se hallan, tras haberse deseado algún tiempo, dependiendo del grado de deseo, es que distintos niveles de conexión se pueden dar. A veces, es un mero deseo carnal que se acumula por algunas horas o días y que desenlaza en un júbilo de exultación y placer desenfrenados. Aquella persona a quien uno conoce en una fiesta, un conocido o amistad por quien nace un deseo, o simplemente alguien con quien las cosas no fueron planeadas. Sexo casual le denominan y se practica con amplia frecuencia.

Otro tipo de encuentros, son aquellos en que el deseo se origina de una forma más consciente. Alguien con quien se tiene algún tipo de conexión que pudo haber sido labrada por semanas o meses. Alguien con quien uno puede tener una relación romántica y con quien, sencillamente, se acuerda “pasar al siguiente nivel”: el de las sábanas. Además del deseo y la lujuria, probablemente no todo sea mera carnalidad, algún tipo de lazo sentimental puede unir a ambos individuos, convirtiendo a este tipo de encuentros, menos superficiales y algo más trascendentales. No afirmo con esto que un encuentro “casual” resulte mejor o peor que un encuentro más sentimental y de pareja. Francamente, nada está escrito a manera de ley acerca de este tema. Todo depende de los individuos en cuestión. Todos somos libres de elegir.

No obstante, otra forma de encuentro existe entre los seres humanos, y que, en mi humilde y muy inexperta opinión, resulta la más profunda de todas. Es aquella que, antes de desearse los cuerpos, se desean las almas. Es un grado de conexión tan profundo que escapa a las normas convencionales del tiempo, es decir, ¿cuánto se debe esperar para tener el primer encuentro sexual? Cuando la conexión es instantánea, entonces, el tiempo deja de ser una variable de la ecuación.

Cuando se suscita este grado de conexión inmediata, y que sucede pocas veces en la vida, quizás solo una, no importa cuál ocurra primero, si el sexo o el amor, porque al final de cuentas, ambos sucederán, indistintamente del orden. ¿Tenemos sexo o hacemos el amor? En este tipo de relación, ambas. Simplemente porque se fusionan los cuerpos, pero también se fusionan las almas, y también se fusionan las mentes. Es un grado completo de conexión. No existe grado de conexión entre dos amantes mayor a ese, simplemente no existe. La atracción y el deseo de unión son tan fuertes que es casi imposible evitarlos. Toma control de la mente por completo y guía por sí solo hacia aquello que se desea de forma indescriptible: esa otra mitad.

Cuando uno halla una conexión de esta naturaleza con alguien, el sentido de completitud cobra verdadero sentido. Uno es uno estando con el otro. El uno sin el otro se siente incompleto y es tal el efecto que, incluso las operaciones cotidianas de la vida, tan mecánicas y sencillas, resultan complejas y confusas. No se trata solo de sexo, y no es una cuestión de codependencia, es sencillamente el llamado de millones de años de evolución que se traduce en la necesidad de hallar a esa otra mitad indicada que, sin saberlo o sin desearlo, hemos esperado por toda la vida. No todas las personas la encuentran, porque no todas somos compatibles, quienes sí, dichosas sean, pues generalmente pasamos nuestras vidas al lado de personas equivocadas creyendo ser las indicadas, en una vida de mentira y banal ilusión.

El sexo ya no es solo sexo, el sexo es conexión, es encuentro, es erotismo, es amor, es arte, cuando se halla a esa otra persona. Es completitud, es complemento, es unión, es descubrimiento, es verdadera pasión. Y a pesar de que cientos de estudios científicos hablen de ello, es sencillamente un enigma.

John Monbourquette (2009) en su libro “Cómo descubrir tu misión personal” dice y cito: “De acuerdo con David Spangler en su libro The Call’, solo existe una misión real [del ser humano]… LA DE AMAR” (p.16). Y es esa misión la que estamos llamados a lograr.

El amor real es verdadera conexión, física, mental y espiritual; todo lo demás es una mentira.

¿Has encontrado a tu otra mitad?